Fragmento
Después de dormitar un rato, Fernando fue en busca de unas batas de baño y sirvió un par de copas de vino.
—En realidad, no sé qué pensar —dijo, retomando la pregunta de Irene, como si el tiempo se hubiese detenido mientras hacían el amor—. A veces pienso en lo que ocurriría si un día mi padre regresara a la vida. ¿Qué pasaría con el control y manejo de Cotosa, con las nuevas inversiones en medios de comunicación y en la generación de energía que hemos llevado a cabo aquí y en otros países?
Irene permaneció pensativa unos instantes.
—¿Te preocupa realmente? ¿Tienes algún indicio que sugiera que tu padre vive? Fernando apuró el vino y fue a servirse otra copa. ¿Le contaría a Irene sus temores? Por ahora no, tal vez más adelante, cuando él mismo hubiera aclarado algunas cosas.
—No, no tengo ningún indicio.
—Entonces, deja de preocuparte. Aunque tu padre estuviera vivo, sería ya muy mayor para sostener una guerra contigo por el control de las empresas. Lo más probable es que te felicitara por lo bien que has sabido manejarlas y lo mucho que has aumentado sus activos y sus ingresos.—Irene se enderezó en el sofá, se ajustó el cinturón de la bata y miró fijamente a Fernando a los ojos—. ¿Hay algo que no me has contado?
—No, nada. Los mismos problemas que siempre aquejan a empresas como la nuestra —contestó Fernando, sonriendo con displicencia—. Ya te conté que en Perú tienen un presidente que pretende que el Estado participe con el sector privado en inversiones claves para el desarrollo; que la bolsa neoyorquina es un yoyo que sube y baja sin que nadie sea capaz de predecir qué pasará con el dinero allí invertido; que las inversiones que hicimos en televisión, radiodifusoras y periódicos todavía no comienzan a dar ganancias; que los bancos amenazan con aumentar las tasas ahora que se avecina un alza de intereses en Estados Unidos; que la corrupción se ha institucionalizado en el país y cada funcionario quiere su parte del botín; que el sindicato de los empleados de la construcción, quienes reclaman salarios exorbitantes, está a punto de declarar una huelga que paralizará varios de nuestros proyectos; que acabamos de detectar un faltante importante en la tesorería de la empresa y sospechamos que el asistente del jefe de las finanzas es el responsable. Lo mismo de siempre, Irene, problemas endémicos en la vida de las grandes empresas.
—Y en la de sus presidentes ejecutivos —acotó Irene.
—Así es.
Los antiguos esposos se sumieron en un prolongado silencio hasta que Irene preguntó:
—Y el juicio que la secretaria de tu padre había puesto contra él, ¿en qué quedó?
admin –
Excelente Libro